Juan Wick

“¿Así es que trajo a su esposa a la sala de emergencia y usted también fue hospitalizado?” Esta fue la pregunta que le hice a mi paciente quien, por motivos de confidencialidad, llamare Benito Juárez. El Sr. Juárez me contaba la singular historia de cómo fue hospitalizado en la unidad de Oncología en que trabajo. Dada la naturaleza de los cuartos semi-privados del hospital, dos pacientes por cuarto, nos aseguramos que ambos sean del mismo sexo. Fue desconcertante cuando entre al cuarto para saludar a mi paciente, un hombre mayor de 60 años, en la cama A, y note que había una paciente mujer en la cama B. Seguro que uno de ellos no pertenece aquí, pensé.  Adicionalmente, los pacientes que comparten cuarto no deberían tener el mismo apellido para evitar confusión durante su cuidado. Por esto mismo estaba aún más confundido al ver que ambos pacientes tenían el apellido de Juárez. Afortunadamente, solamente estaba a cargo del Sr. Benito Juárez, y no de ambos, lo que habría hecho del grupo uno muy inseguro para cuidar.

Unos minutos después, el Sr. Juárez me explico todo, indicando que él había traído a su esposa con cáncer terminal a la sala de emergencias para recibir quimioterapia paliativa, lo cual es un tratamiento para mejorar la calidad de vida, no necesariamente para prolongarla. Durante el proceso de hospitalización de su esposa, el Sr. Juárez menciono tener un dolor de pecho ya por algún tiempo. Después de unos rayos-x del pecho, y a él también lo hospitalizaban, en el mismo cuarto que su esposa, con una posible masa en su pulmón derecho.

Más allá de la situación peculiar de tener al Sr. y la Sra. Juárez hospitalizados en el mismo cuarto, lo que generó que su recuerdo permaneciera conmigo fue la historia que el Sr. Juárez me compartió. Mientras platicábamos, me explico quién era él y a qué se dedicaba anteriormente. El Sr. Juárez era traficante de droga en México, de mucho respeto en una cierta región del estado de Sonora. Se involucró en pandillas desde niño y a los 13 años de edad conoció a la mujer que actualmente estaba en la cama junto a la suya. Continuo con ese estilo de vida por muchos años después; portando armas, transportando y vendiendo droga, y “a cualquiera que volteara a ver a mi señora, lo golpeaba” me explico.

Estaba perplejo mientras el Sr. Juárez me decía esto. Frente a mi había un hombre mayor a 60 años de edad, delgado, con una voz suave y cabello carente de color. Sentado recto en su cama, con los dedos de sus manos interlazados, una apariencia de inofensivo, ¿y me decía que solía ser una persona temida y peligrosa con la cual lidiar? No lograba concebir esa idea. Aunque solo llevaba unas horas de conocerlo, en los dos días que cuide de él, nunca vi rastros de esa persona que alguna vez fue. Él era amable, respetuoso, y muy humilde.

Continuo con su historia, y explico que su vida, y la de su esposa, cambio cuando se comprometieron con su fe religiosa que recién habían descubierto.  En ese tiempo de cambio, el Sr. Juárez renuncio a su empleo de gobierno a través del cual, me confeso, robaba dinero y llenaba sus propios bolsillos. Su esposa y el empacaron lo esencial y abandonaron la ciudad para alejarse de su viejo estilo de vida. Sin embargo, antes de dejar la ciudad, el Sr. Juárez quería estar seguro que no tendría que preocuparse por cuentas pendientes con nadie. Marcho directamente hacia sus “enemigos”, como el los llamaba, y les dijo que era un hombre distinto y dejaría atrás el mundo del crimen. Estrecho sus manos y se marchó. Esta parte parecía derivada de una película de Hollywood, como John Wick o algo similar. El Sr. Juárez era una persona completamente alerta, y no había tomado ningún medicamento que lo haría alucinar o decir incoherencias. Considero que fue audaz y es de admirar como aseguro que los peligros de su vida anterior no lo seguirían en este nuevo camino que eligió, y estrecho una mano de paz con sus enemigos. Sé que John Wick tuvo que completar una “tarea imposible” para salir del negocio, pero el Sr. Juárez no hizo mención de algo por el estilo.

Puede ser que mi mente exagero todo lo que me decía el Sr. Juárez y, en realidad, las cosas fueron menos dramáticas de lo que pensé y he descrito. Puede ser. Sin embargo, con lo que me quedo de esta historia es ser consciente del cambio, el giro de 180 grados, que este hombre tomo a través de sus creencias religiosas, la peculiaridad de él y su esposa compartiendo el mismo cuarto de hospital, y la forma en que se dio la propia hospitalización del Sr. Juárez.

Cuando conocí al Sr. Juárez, ya había tenido dos biopsias inconclusas para intentar identificar si la masa en su pulmón era cancerosa o no. Una biopsia inconclusa quiere decir que los doctores no lograron tomar una muestra adecuada para mandar al laboratorio. Ahora planeaban un procedimiento más invasivo y, por ende, de mayor riesgo para obtener la muestra necesaria. La última vez que vi al Sr. Juárez se encontraba en la sala de recuperación después de que se le practico este procedimiento de mayor riesgo. El esperaba para ser transferido a la Unidad de Cuidados Intensivos para mantenerlo bajo observación. Baje a la sala de recuperación a decirle adiós, puesto que ya no seria mi paciente.

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