Polonia a Belgica: El Concepto de Balance

“Cierto! Olvide advertirles sobre los clubs de strippers aquí en Gdansk” le dijo nuestro anfitrión a Petr despues de que fue convencido para entrar a uno de estos clubes y comprar una bebida ridículamente elevada de precio.

Cuando llegue a mi hostal en Gdansk, Polonia, conocí a otros 3 motociclistas de la Republica Checa, Petr, Michal, y Mikulas, quienes se encontraban en una motoaventura propia. Esa noche, caminamos por el centro histórico de la ciudad, entre edificios altos, angostos y adyacentes, cada uno de un distinto color pastel, algunos eran amarillos, rosas, otros azules, y asi sucesivamente. Me sorprendió el numero de persistentes promotores que hay intentando convencer que las personas entren a los clubes de strippers. Desafortunadamente, mi nuevo amigo Petr resulto ser presa fácil.

Camino al sur, a la ciudad Polaca de Cracovia, como ya era costumbre, evite grandes carreteras y preferí los caminos mas rurales. En este aspecto, Polonia cumple con abundantes bosques, escondiendo numerosos lagos, y caminos pequeños, en buen estado y poco trafico.

Cracovia, que parecía una ciudad mas grande, pero con un ambiente relajado similar al de Gdansk, era una de mis ultimas paradas en Polonia, junto con el vecino campo de concentración Auschwitz, antes de salir del pais. Auschwitz es interesante, por asi decirlo. Caminar alrededor y por dentro de los edificios que fungieron como dormitorios, oficinas, o prisiones, me dio tan solo un diminuto vistazo de lo que la cotidianidad pudo ser para aquellos que fueron prisioneros durante el holocausto.

Como noticia mas positiva, salí de Polonia y entre a la Republica Checa el siguiente dia. Me detuve en el pueblo de Hradec Kralove donde vive Mikulas y fui invitado a pasar la noche. Como un buen anfitrión de uno de los paises con mayor consumo de cerveza per cápita, Mikulas trajo diferentes botellas de cerveza que disfrutamos con una deliciosa cena, conversaciones que inspiran al pensamiento, y la eventual compañía de su familia.

Tendría mas experiencias con la cerveza en la bella capital Checa, Praga, aunque la cortesía que demostraron los lugareños no fue la misma; en mas de una ocasión me sentí ignorado por el bar tender, el mesero, o cualquier otro local que me encontré. Debo decir, algunas personas que conocí fueron amables, pero no dejaba de pensar en el patrón negativo anterior. Despues descubriría que no solo era yo quien se sentía de esta manera, sino otro viajeros por igual. Una persona que conocí, quien adopto Praga hace 15 años, menciono que amenos de que domines la lengua Checa, algunos lugareños continuarán rechazándote; existe cierto resentimiento contra los foráneos por haber hecho de Praga una ciudad tan turista y sobrepoblada.

En el transcurso de la semana, llegue a sitios como Berlín y Ámsterdam, ciudades grandes, llenas de historia, de vida y, prácticamente, de cualquier cosa que se te ocurra. Disfrute de los días ahí, pero comencé a sentirme cansado, en gran medida por el exuberante calor de cada dia; aparentemente ha sido un verano memorable en esta region. Mas allá del caluroso clima, estas ciudad no solo tenían un gran numero de habitantes, sino de visitantes también, y era evidente en el trafico congestionado, el transporte publico, y los carriles para bicicleta que parecían no ser suficientes para el vaivén de miles de bicicletas haciendo sonar sus campanillas antes de atropellar algún distraído peatón.

Me reconforté intermitentemente acampando o visitando ciudades más pequeñas, tales como Giethoorn y Utrecht, en los Paises Bajos, que parecían versiones pequeñas, mas tolerables, de Ámsterdam. Al viajar entre estos sitios, me dí cuenta que el norte de Alemania y, básicamente, el 100% de los Paises Bajos, comparten un terreno uniforme plano con poca altitud sobre el nivel del mar, lo cual no es divertido para el motociclismo. Comencé a añorar las montañas, o unas colinas cuando menos.

Una tarde, en el Noroeste de Alemania, conocí un señor mayor, cuyo nombre me evade, lo mas probable es que el tampoco recuerde el mío, pero seguro recuerda nuestra conversacion al igual que yo. Despues de que algunas personas se acercaron a mi motocicleta en el campamento donde me encontraba, y preguntaron de donde era y hacia donde me dirigía, como ocurría a menudo, una de estas personas me ofrecio una cerveza y nos sentamos en unas sillas a platicar y beber. Se carcajeo y me llamo loco por estar en un viaje como este, despues me explico que el esta viajando en su tractor, halando un camper, a una velocidad máxima de 25 kilometros por hora, y aun asi, el loco soy yo!

Disfrutamos de un par de cervezas y comenzamos a platicar acerca de viajar y lo relativamente sencillo que es para las nuevas generaciones. Puso de ejemplo a su hijo adolescente, “mi hijo puede pasar de un país a otro sin problema, sin visado, ni intercambiar dinero, es fácil y seguro. No sabe lo fácil que es para el, solo se preocupa en saber si la señal del wifi es fuerte” dijo el. Supongo que en ese aspecto es mas fácil viajar hoy que hace algunas décadas, pero esto solo es cierto en Europa, ya que los mismos criterios no aplican para lugares como México y Centroamérica, paises que mi amigo jamás ha visitado, y la cuestión de seguridad es completamente distinta.

Encontré mayor alivio cuando cruce por las montañas Ardennes en el Sureste de Bélgica. Aunque las carreteras no eran técnicas o especificas para el motociclismo, el camino era agradable, circulando alrededor y por encima de zonas montañosas con bosques hasta el horizonte, cayendo a refrescantes ríos en el fondo de valles, pasando por ocasionales castillos, y parando para almorzar waffles en pequeños pueblos acogedores como Houffalize y La Roche-en-Ardenne.

Hace algunos años, mire una película llamada En Brujas, y lo que mas recuerdo fue el sitio donde se grabo, que fue en la ciudad Belga del mismo nombre de la película. Las angostas calles empedradas, las viejas casas, los canales por doquier y puentes por encima de ellos, y la plaza central; todo se miraba tan placentero que me dije que algún dia visitaría. Cuando llegue a Brujas, aprendí que aquella película casi duplicó el numero de turistas que visitan la ciudad cada año; no pude evitar sentirme engañado, pero solo brevemente, pues en realidad era una linda ciudad donde estar, todo era igual que en la película, con la excepción de la violencia.

Durante estas ultimas semanas, descubrí que, aunque disfruto las ciudades, mi satisfacción es mayor cuando lo balanceo con algunas noches acampando bajo las estrellas. Incluso suena obvio, “balance”, ¿no es eso lo que intentamos incorporar a distintos aspectos de nuestras vidas? Parece evidente cuando lo planteas con perspectiva, pero fácilmente puede perderse de vista en la cotidianidad.

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