Pascuales – Guadalajara: Disparos y coches incendiados, gran idea!

Octubre 26, 2014 – Octubre 29, 2014 (390 km)

Pascuales, Colima ($1,290 mxn)

Cuando salgo a surfear, soy consciente que más de una ola me va a arrastrar, pero también sé que regresaré de vuelta a la playa. En Pascuales, Colima, en la costa del Pacifico de México, no estaba muy seguro de poder salir del mar si intentaba tomar algunas de las gigantescas olas que había ahí, por lo cual decidí que las olas se veían más bonitas desde la seguridad de la playa arenosa. Las olas no cesaban, a lo largo de la playa, una tras otra, de varios metros de altitud, quebrando perfectamente en ambas direcciones, suficientes para todos los valientes en el mar. Disfruto del surf, pero no me apasiona tanto como a otros. Pascuales es un punto de surf de clase mundial, y no podía asimilar que me encontraba en un grandioso lugar… si el surf fuera mi pasión. Supongo que sería algo similar a una persona en Barcelona o Manchester a quien no le importa el futbol y no asistiera a uno de los partidos en la ciudad.

Cantidades infinitas de cocos en Pascuales

El tío de Dominic vuela con mucha frecuencia a Pascuales, coincidimos con el mientras estábamos ahí, y nos quedamos en lo que parecía ser una lujosa casa de árbol, construida completamente de madera, con hamacas para dormir. Conocimos a muchas personas en Pascuales, con distintas historias, edades, y ocupaciones; todos estaban ahí por una sola razón, su amor hacia el surf, ya que, francamente, no hay nada más que hacer en ese pueblo. Conocimos a una mujer Japonesa, a un joven que pausó la escuela de medicina, y a un niño de 11 años cuyos padres decidieron darle su educación escolar en casa para que el pudiera dedicar más tiempo al surf.

Hasta este punto en nuestro viaje de San Diego – Panamá, habíamos seguido el contorno de la costa de México por el Pacifico. Pensé que Pascuales sería un buen punto para yo cambiar de rumbo. Hablé con Tom y Dominic y les explique que me dirigiría tierra adentro por un tiempo, y los alcanzaría en otro lugar mientras ellos continuaban abrazando la costa. Aun antes de iniciar este viaje, sabía que querría viajar yo solo en algún momento, y ganar ese crecimiento personal que no podría experimentar al estar en grupo. Es más fácil, y sin duda más cómodo, viajar en grupos pequeños; trabajas en equipo y tienes múltiples soluciones para cualquier problema. Es más sencillo. Esto no quiere decir que me gusta complicarme la vida, bueno, quizá un poco, pero cuando te aventuras por tu propia cuenta, tienes que averiguártelas con lo que tienes. Quizá buscaba comprobarme a mí mismo que podía hacerlo. Tom y Dominic no creían que tomar caminos diferentes era lo más seguro, pero entendían que esto era lo que yo quería.

Octubre 30, 2014 (150 km)

Ciudad Guzmán, Jalisco ($555 mxn)

Antes de separarnos, decidimos conducir a la cima del Nevado de Colima, un volcán en el estado vecino de Jalisco. Para llegar a la cima, uno debe conducir por un camino de tierra a través de vastos espacios y colinas llenos de grandes y altos árboles, y esporádicas casas por aquí y por allá. Continúa sobre ese camino hasta una altitud cerca de los 4,000 metros sobre el nivel del mar hasta llegar a unas antenas, desde donde caminando uno puede subir a una mayor altitud.  No estoy seguro si era la altitud y la menor concentración de oxígeno que había allá arriba, o el hecho de que había pasado la mayor parte de los últimos dos meses sentado sobre una motocicleta con mínima actividad física, pero me costaba mucho trabajo respirar mientras caminaba en la cima de aquel volcán. Me gusta pensar que se debió a la primera opción.

Descendimos del Nevado a oscuras, con una vista hermosa de las luces de la ciudad, y llegamos a Ciudad Guzmán después de la puesta del sol, necesitando un lugar donde pasar la noche. No lográbamos encontrar el tipo de motel que comúnmente elegimos, así es que decidí preguntarle a dos jóvenes que se encontraban afuera de una tienda si sabían de un motel, con cochera para mantener las motocicletas seguras. “¡Claro que sí!” contestó uno de ellos, ambos con una gran sonrisa en el rostro, sabedores del uso que generalmente se les da a estos tipos de moteles cuando no estás en una aventura en motocicleta (para mas informacion sobre este tema, haz click aqui). “Ustedes están buscando Le Click”, dijo el otro, aun con la risa de oreja a oreja. Me vi intentando de explicarles que buscábamos este tipo de motel específicamente por la conveniencia de un lugar seguro para las motocicletas y… “Olvídalo, solo dime dónde puedo encontrar Le Click”, les dije en un tono irritado.

Octubre 31, 2014 (200 km)

Guadalajara, Jalisco ($445 mxn)

Les dije adiós a Tom y Dominic a lado del camino, abrí el acelerador, y no mire atrás. Ahora andaba por mi propia cuenta, ¡y era escalofriante! Era responsable por trazar mi ruta, mi alojamiento, y mi seguridad; no había decisiones grupales en este tramo. A pesar de lo incomodo que todo esto me hacía sentir, aún estaba convencido que era lo que quería. ¿Seria incomodo? Claro que sí, lo seria, pero esa era la ruta hacia el desarrollo personal.

Me dirigí tierra adentro, lejos de la costa, hacia Guadalajara, la capital del estado de Jalisco y la segunda zona metropolitana más grande de México. La ciudad también era densa en historia y cultura, así que pensé que valdría la pena visitarla. La ciudad me dio la bienvenida con las avenidas desbordándose con tráfico a vuelta de rueda en toda dirección, ni siquiera podía inmiscuirme entre el tráfico con la motocicleta. De manera extraña, encontré una avenida vacía, así que la tomé. Momentos después comenzó a llenarse de vehículos que conducían hacia mí; era una calle de un solo sentido, ¡y me encontraba en el sentido opuesto! Por medio de una serie de izquierdas y derechas, llegué a una intersección donde miré varios coches policías a toda marcha con sus sirenas encendidas. Escuché a los lugareños decir que hubo disparos de pistola y coches incendiándose, “¿En que me fui a meter?” Pensé. De manera inmediata conduje en dirección contraria a aquel caos y no me detuve sino hasta llegar a una tranquila colonia suburbana.

Me conformé con un hostal y arriesgué la motocicleta dejándola en la banqueta. Estaba seguro que no quería pasara una segunda noche en Guadalajara y, honestamente, no me molestaría si pasará mucho tiempo antes de regresar a esa ciudad.

A pesar que ese primer día solo en mi aventura no sería recordado como el más divertido, para bien o para mal, fue una experiencia que contribuiría en moldar el tipo de viajero y persona que soy hoy día.

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