Sinaloa-Nayarit: ¡No hables con desconocidos!

Octubre 15, 2014 ($465 mxn)

Escuinapa, Sinaloa (290 km)

“¡Ey! ¿Necesitan donde pasar la noche? Síganme, vamos.” Exclamo un hombre desde el interior de una lujosa camioneta blanca mientras cargábamos combustible en una gasolinera en Escuinapa, Sinaloa. Si un grupo de crimen organizado, con la intención de atraer viajeros para después robarles sus pertenencias, pensara en cual sería una buena estrategia para llamar la atención de las víctimas, seriamente creo que un miembro propondría “¿Por qué no esperamos en una gasolinera y le ofrecemos a los viajeros un lugar donde pasar la noche, y después les robamos sus pertenencias?” A lo que otro miembro respondería “Si, me parece un buen plan. Hagamos eso.” Votarían a favor de dicho plan y de repente un hombre en una lujosa camioneta blanca mira como tres motociclistas llegan a cargar combustible a una gasolinera.

Estaba oscuro cuando arribamos a la ciudad de Escuinapa, en el estado de Sinaloa. Este estado de México es conocido por muchas cosas positivas, pero también por violencia y carteles. La guía básica del motociclista indica que no se debe conducir de noche en países en vías de desarrollo. Bien, pues ya habíamos hecho caso omiso a este punto en repetidas ocasiones, pero conducir en esta ciudad de noche no me daba buena espina, quería salir de las calles, pronto. Con lo que sabía de este estado, y la mala vibra que sentía, ¿Por qué motivo seguiría a un extraño esperando en una gasolinera en una lujosa camioneta blanca ofreciendo guiarnos a un lugar seguro donde pasar la noche? No tendríamos excusa alguna si en realidad resultara ser una emboscada. ¿Que le diríamos a nuestros amigos y seres queridos? “Nos asaltaron porque decidimos seguir a un extraño que ofreció ayudarnos mientras estábamos en Sinaloa.” Minutos después, de manera inesperada, Dominic, Tom y yo nos encontramos siguiendo muy de cerca una lujosa camioneta blanca esperando que el extraño nos llevara a un lugar seguro. Recuerdo pensar que mi madre jamás hubiese aprobado de aquella decisión.

De manera sorpresiva, pero afortunada, el señor de la lujosa camioneta blanca en realidad nos llevó a un hotel decente, con estacionamiento seguro y un guardia durante la noche que cuidaría las motocicletas, e incluso nos consiguió un descuento por la habitación. De hecho, el lugar era perfecto. Verán, cuando se busca un hotel, uno busca características específicas, según sus necesidades. Si el precio no es factor, entonces uno tomaría la comodidad y ubicación como su prioridad número uno. Si viajas en motocicleta con recursos económicos limitados, la comodidad y ubicación pasan a segundo término cuando buscas donde pasar la noche. Nuestro caso, siendo este último, con énfasis en “recursos económicos limitados”, generalmente buscábamos un lugar donde las motocicletas estarían seguras y que la habitación fuera económica. Estacionamiento con portón es bueno, guardia de seguridad es un bono, el cuarto cerca de las motocicletas es genial. Por esta razón es que nuestro lugar de preferencia en las ciudades siempre fue un motel, el tipo de lugar al que un hombre lleva a su amante, con la habitación en el segundo piso y la cochera en el primer piso, con portón automático, para que la esposa no pueda ver el auto de su esposo si esta pasara buscándolo. Estos moteles, o moteles para fornicar, como les llamó un Alemán que conocimos en La Paz, eran económicos y tenían un lugar seguro donde almacenar las motocicletas; ni siquiera teníamos que desmontar el equipaje.

Resulta que el señor de la lujosa camioneta blanca era el dueño de aquel hotel. Nos guio a él, hablo con la señorita del mostrador, apuntando hacia nosotros en repetidas ocasiones asegurando que nos dieran un descuento por la habitación, o probablemente diciéndole “estas son las nuevas víctimas, hazme saber cuándo el trabajo este hecho”. Después nos mostró donde estacionar las motocicletas, nos presentó con el guardia de seguridad que vigilaría las motos, o las desmantelaría y vendería por partes, y después se marchó, quizá de vuelta a la gasolinera.

Octubre 16, 2014 ($600 mxn)

San Blas, Nayarit (190 km)  

Mientras salíamos de la ciudad de Escuinapa la siguiente mañana por la carretera, había un numero sinfín de puestos en ambos lados, ¡uno tras de otro por kilómetros! Cada uno de estos puestos vendía, entre otras cosas, la comida típica de Escuinapa, los tamales barbones, que vienen siendo tamales de camarón. Un gran componente de viajar es la comida que uno encuentra mientras visita distintos lugares. Ya sean tacos, pupusas, patacones, chocolate, mezcal o, en este caso, tamales de camarón, uno debería de al menos degustar un poco. Nos detuvimos junto a uno de los tantos puestos y compramos algunos tamales para llevar. Los empacamos y continuamos sobre la carretera.

Durante las próximas horas, nuestro viaje haría la transición hacia un clima completamente diferente. Entramos al estado de Nayarit y nos desviamos hacia el Pacifico poco antes de la capital de Tepic, hacia San Blas, en la costa. Era un camino con una que otra curva y profusa vegetación por doquier. A las orillas del camino, habían constantes letreros escritos a mano y clavados a los árboles, la mayoría de ellos con el mismo mensaje: Se Venden Cocos. Desde aquel día, habría cocos en nuestras vidas durante los meses venideros. Nos detuvimos en uno de los letreros y comimos nuestros tamales barbones con refrescante agua de coco.

Exploramos la ciudad de San Blas, su muelle, y La Contaduría, que son ruinas de un viejo fuerte Español en lo más alto de una colina. Visitamos una de las playas y, mientras Dominic y Tom ya estaban nadando en el mar, yo caminé hacia los arbustos para, ahm, encargarme de necesidades fisiológicas. Poco después, sentí un piquete de insecto en mi pierna, después otro, y otro. Fui emboscado por lo que después nos enteramos eran jejenes, o “pequeños dinosaurios” como lo dijo un lugareño. ¡Salí corriendo de los arbustos directamente hacia el mar para escapar el asalto de los insectos! Les advertí a Dominic y Tom, y por la siguiente media hora, permanecimos en el mar, temiendo el momento que tuviéramos que salir del agua. Respiré profundamente y salí corriendo del mar hacia mi motocicleta, me sequé, cambié de ropa en tiempo record, y conduje lejos de esa playa.

“Buen viaje”, “Con cuidado”, “Que la fuerza te acompañe”, son todas despedidas que solemos decirle a alguien que sale en busca de la aventura. Reflexionando un minuto acerca del tema de “Viajes Seguros”, y como decidimos seguir a un completo desconocido aquella noche en Escuinapa, ya había instancias en este viaje donde habíamos ignorado consejos básicos de viajar. La regla de “No conducir de noche” había sido quebrantada desde el primer día. “No subirse al coche de un desconocido”, “No seguir a desconocidos”, “Solo tomar agua embotellada”, habíamos elegido ignorar estas reglas y algunas otras en más de una ocasión hasta este momento. El hecho de que no haya sucedido nada no es excusa suficiente para continuar de manera descuidada. A pesar de estas experiencias, si se me preguntara, siempre sugeriré a otros planear de manera apropiada y, tanto como sea posible, adherirse a los consejos de un viaje seguro, e igualmente de importante, tomar en cuenta las corazonadas, espinas, o vibras.

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